martes, 8 de febrero de 2011

Entrada 3




       ¡ Buenos días, mundo!

       —¡Buenos días! —la cafetería tiene hoy algo más de animación lo que significa que 4 o 5 personas se encuentran desayunando dispersas por ella y una mujer se encuentra afanosamente concentrada frente a la máquina de tabaco.
       —Buenos días —César canturrea detrás de la barra. Hoy tiene todo el trabajo hecho. Cuidadosamente alineados en bandejas hay 24 pinchos de diferentes contenidos en el mostrador—. ¿Hoy, viene Geli?
       —Sí viene, sí —respondo depositando 2 euros en la barra. Hoy es Martes y me toca pagar mi café y el de Geli, mi pareja, que tardará unos minutos en aparecer.
       —15 segundos para que aparezca Paco —dice César. Por el reloj de tve1 son las 8:02. Algunos segundos más de 15 y Paco cruza la puerta. Hoy se sitúa a mi lado en la barra pues “su sitio” está ocupado. Inmediatamente agarra y comienza a ojear, sin pararse a leer, el periódico deportivo.
       —Ya te ponía “retraso” como hacemos en el Cole —le digo. Por toda respuesta mira el reloj y pone una expresión de despreocupación.
       —Yo preparo los dos cafés al mismo tiempo, el tuyo y el de Julio —dice César.
       —¡Ah! Pues… ¡a mí no me lo sirvas frío! —salta Paco—, pero tampoco tibio. Nada de tibiezas. O es “ji” o es “ja” pero nada de “jija”
       —Espera que te eche algo mas de leche, que a ti te gusta clarito. Tú, cuando lo pidas por ahí, tienes que decir un café “en la nube”
       “En la nube…” “como los discos duros virtuales” pienso. “Esto de los cafés es como la Informática…”
       —Esto de los cafés es como lo de las selecciones de fútbol —me asombro de que yo estaba haciendo una comparación absurda en mi mente cuando Paco salta con otra. Y comienza a explicarme la dichosa comparación, que, por cierto, no entiendo; inclusive pone algún ejemplo, algo así como que el Tenerife es como un café con leche…
       —Cuando estuve en Canarias tampoco hubo manera de que atinaran con mi café —enlaza Paco con su ejemplo del Tenerife—. O tomo café-café, solo, o lo quiero muy claro. En La Palma, cuando por fin creí me iban a poner el café a mi medida,  van y me sirven un café con leche en un vaso de cubata, ¡y con el fondo lleno de leche condensada! Un barraquillo lo llaman. Me dije ¡apaga y vámonos!
       —Como seas de esos que quieren el café de un modo muy especial es más difícil que atinen contigo que con solucionar, el Gobierno, el asunto de los Planes de Pensiones —digo—. Que ya me da la sensación de que llevan hablándonos toda la vida de ello por la tele. Cansan…
       —Y eso que hoy me parece que todavía no han hablado de ello —añado señalando hacia el televisor—. Y me parece que Rubalcaba tampoco ha salido —César y yo creamos la teoría (¿de la conspiración?), desde antes de Navidad, de que dado que Alfredo Pérez-Rubalcaba estaba saliendo todos los días unos segundos en el telediario matinal, tratase el asunto del que se tratase, y que esos segundos de aparición parecía que iban en aumento progresivo hasta llegar el punto de bromear con que el telediario tenía 4 secciones: noticias, el tiempo, deportes y Rubalcaba, eso tenía que significar un mensaje oculto, mediático, del PSOE por el cual querían darnos a entender que estaban presentados al futuro “sucesor” a la Presidencia del Gobierno. De esta manera, incluyendo su imagen de manera subliminal en la mente de los televidentes la campaña sería mucho más fácil.
       —¡Como que no! —exclama César—. Ya estuvo antes en pantalla —un segundo más y mientras miro al televisor veo la figura de Rubalcaba, en no sé cuál noticia, rodeado de políticos entre los que se encuentra Zapatero.
       —Sí, pero mira —añado—, Rubalcaba aparece en segundo plano y Zapatero es el protagonista. Ya no nos lo están vendiendo.
       —Lo que ahora no paran de decirnos —dice César—, es que si Batasuna es bueno. Que es bueeeeeno. Bueeeeenoooo, vale —en el mismo tono en el que se le diría a un niño pequeño—, ¡que  nos lo creeeeemooos! Andaaaaa…, dadles un pequeño Ayuntamiento…
       —Bueno, me marcho que veo que os estáis poniendo muy… políticos… —dice Paco con expresión severa pero irónica —y no quiero hacer comentarios porque como hable… —añade dibujando una expresión en el rostro que parece dar a entender que si él habla ¡tiembla España!
       —¿Muy políticos? —responde César—. ¡Todo lo contrario!

       Paco levanta la mano lentamente, recordándome fugazmente a un Papa, en el papamóvil, saludando a la multitud, y su intensidad de la mirada da a entender que su “procesador mental” está trabajando —¿Te traje… un certificado? —unos segundos de vacilación—. ¡Sí! ¡Sí! ¡Un momento, que voy por él! —y sale ágilmente, pero sin correr, hacia la Oficina de Correos donde trabaja.
       —¡Vamos, Paco! ¡A estas horas de la mañana me vas a dar un certificado! No los quiero ni en pintura, cada vez que veo un papelito blanco y amarillo de Correos en mi buzón se me revuelven las tripas, no traen o no suelen traer nada bueno… —explico mirando a César. Mientras digo esto Geli traspasa la puerta del local
       —¿Qué ocurre? —me pregunta.
       —Paco, que se ha empeñado en darme un certificado ahora. Y yo no lo quiero. Si se pudiera firmar para no recibir ninguno lo haría; aunque me perdiera alguno semi-bueno entre todos ellos. ¡Y encima me va a hacer llegar tarde! —el reloj de tve ya marca las 8:09 lo que se suma al retortijón que ya recorre mi estómago pensando en el certificado, aumentándolo en intensidad.
       —¡Falsa alarma! —exclama Paco cruzando la puerta, unos 30 segundos después— ¡no es para ti! Es… ¡paraaaa… Geli! —mientras lo dice describe un arco con el brazo y apunta a Geli con el dedo de la misma forma característica que hacía Joaquín Pratt en el aquél concurso de la tele, “El precio justo”
       —Vale —digo sonriendo y disimulando ante Geli cierto alivio por mi parte—. Me tengo que quedar para saber de que se trata de todas formas —añado con sincera preocupación mirando a Geli; ella no se muestra tan afectada; es, sin duda, mucho más tranquila que yo para encajar cualquier cosa, sea lo que sea.
       —Pero me lo tienes que firmar, Geli —añade Paco.
       —Claro —responde ella mientras yo pienso “mas tiempo…” a pesar de saber que estábamos preparados para ello pues ya le había pedido, en el intervalo de ausencia de Paco, un bolígrafo a César.
       —Mientras yo lo firmo, tú miras a ver de que se trata —dice Geli dirigiéndose a mí.

       El susodicho certificado se deposita en mis manos. Lleva remite de la Consejería de Educación para la que trabaja Geli. Tras romper el resto de las tiras del acuse de recibo y abrir el sobre, me encuentro un montón de páginas de “antecedentes de hecho” y otras de “fundamentos de derecho” (riman) para llegar a una resolución de apenas 6 líneas que dice algo así como “se desestima la solicitud realizada por el Colectivo…” sin aclarar cuál es la solicitud, cosa que me lleva descubrir, leyendo entre líneas todo el papeleo anterior, unos segundos preciosos. En definitiva, no se trata de algo excesivamente importante, desestimación de un complemento salarial que pedía el colectivo de trabajadores, así que devuelvo los papeles a las manos de su propietaria y me despedido apresuradamente. “¡Puñetera Administración! Gastan un montón de papel en redactar fundamentos, antecedentes, Leyes y Reales Decretos en los que se basa una resolución de apenas media docena de líneas que encima… ¡no dice nada! ¡lo tienes que medio-adivinar!”

       —Bueno, señores y señora, me despido —el reloj ya marca las 8:11 y un estremecimiento recorre mi cuerpo.

       Mientras cruzo la puerta acompañado por Paco, éste comenta divertido —¡A estas horas y ya me he quitado de un cliente! ¡Es que soy la ostia!
       —Claro que sí, Paco. ¡Que siga siendo buen día! —exclamo dirigiéndome ya con cierta presura hacia donde tengo estacionado mi coche.

       P.D.: Para quien le interese, vean el enlace en este mismo blog: “Tipos de café”

  
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