miércoles, 2 de marzo de 2011

Entrada 13


¡Buenos días, mundo!     


—¡Ah! ¡Hoy le toca a Bea! —digo al entrar en el bar de César acompañado por Jose. Paco ya se encuentra tomando café en la mesa del fondo. “Últimamente prefiere este sitio. ¿Cambio de rutina?”. Bea aparece sonriendo detrás de la barra. Por la televisión Ana Belén Roy da la previsión del tiempo.
—Tenemos una borrasca retrógada —digo dirigiéndome a Paco—. ¡Sabrá nuestra amiga Ana Belén que significa eso!
—¡Qué dices! —responde— ¡No la queremos! ¡Que se vaya, hombre! ¡Señor, como está el país! —“¿Habrá entendido Paco lo de la borrasca retrógada?”.
—¿Todavía no ha salido Gadafi? —pregunto—. Porque últimamente sale más en el telediario matinal de lo que salía Rubalcaba. “¿Nos lo querrá presentar el PSOE como próximo candidato?”

            En esos momentos, Gadafi no, pero aparece su hijo en entrevista concedida a la televisión americana, proclamando que Libia no tiene miedo a la posibilidad de un ataque externo. Por lo visto Saif Al Islam Gadafi (“pero mira que son complicada esta gente poniendo nombres”) se ha convertido en portavoz del régimen de su padre. “El niño” parece ser que estudió en no se que Universidad inglesa, no se que carrera, y dicha Universidad, se comenta, anda ahora en pleitos con él por un supuesto caso de plagio. Hace años, cuando “el niño” decidió hacer su doctorado la Universidad aceptó un donativo de algo así como un millón doscientos mil euros de papá.
            Joder! Así, igual me habría resultado más fácil a mí hacer el doctorado:
            “Oye, papá, que se me ha ocurrido… hacer el doctorado”
            “¿Y eso hijo? ¿Seguro que no prefieres un Ferrari testa rossa?”
            “Jo, papi! ¡Es que ya tengo siete!”
            “Ay, estos hijos. Anda, buenooooo…. ala, ala, ala. Alá es grande”
  
            —Mira la cara de “ganas de trabajar” que llevan los del Ayuntamiento —dice Bea. A través de las cristaleras de la cafetería vemos desfilar, en orden jerárquico, como si fueran los hermanos Dalton, a tres empleados del Ayuntamiento que andan realizando desde hace días las obras de levantamiento de la calle peatonal pegada a la cafetería (de momento a un ritmo de levantamiento de unas 6 baldosas cada día). Del primero al último echan un vistazo hacia las obras echando la cabeza un poco hacia atrás, frunciendo el entrecejo y entornando los ojos, en aire muy, muy profesional, como haría un fotógrafo encuadrando una gran toma—. Llegan ahora a las obras —añade Bea; son las 8:05—, pero no empezarán a trabajar hasta las 10 o 10:30.
            —Ten en cuenta que es que las grandes obras llevan sus momentos de planificación para los grandes profesionales. Muy profesionales… —sentencio yo.
            —Pues la misma cara que lleva ese de ahí en “ganas de estudiar” —exclama de repente Paco.
            Miramos hacia la persona a la que se refiere Paco para descubrir, a través de las mismas cristaleras, que se trata del hijo de Bea que se acerca con pasmosa tranquilidad a la cafetería.
            —Ya te digo yo que no lleva muchas ganas, no.
            El chico entra en la cafetería y se acerca a dar los buenos días a su madre.
            —¡Y que perdió el Sporting! —masculla con aire de enfado. Y de la misma manera que entró, sale de la cafetería…
            —Que perdió el Sporting —dice Bea—. Eso sí le preocupa. Lo único. Por lo demás nada…
            —¡Cierta envida me da! —exclamo— Ni hipotecas, ni bancos, ni números rojos, deudas, problemas laborales, sociales, ni Gadafi, ni la madre que le parió… Que ausencia de preocupaciones. Juventud como esta vivirá largos años…
    
            —Anda Paco, que ya son las 8:09, y como se chive Bea, César nos va a echar la bronca.
            —¿Las ocho y nueve? —mientras responde, Paco, echa un vistazo rápido por la ventana, pero no se muestra muy intranquilo (la verdad es que nunca lo ví intranquilo). El camión de reparto de Correos no apareció todavía—. Anda, ¡vámonos!.